Quedó prendido, en mi rutina,
el fugaz centelleo del llanto controlado.
Un instante y en él,
condensado un tiempo...infinito…
vasto…perfecto.
De los dos, tú y yo dueños.
El pudor entumeció tu lágrima.
Mi silencio, sabiendo lo inevitable,
selló mis labios.
No hubo palabras.
Para la piel: ociosas.
Para la verdad: incompletas.
Tu mirada seca y mi ronco silencio,
anunciaban:
Una honda soledad de a dos.
A partir de ese punto, el tiempo…
una semirrecta monótona…opaca…hueca.
el fugaz centelleo del llanto controlado.
Un instante y en él,
condensado un tiempo...infinito…
vasto…perfecto.
De los dos, tú y yo dueños.
El pudor entumeció tu lágrima.
Mi silencio, sabiendo lo inevitable,
selló mis labios.
No hubo palabras.
Para la piel: ociosas.
Para la verdad: incompletas.
Tu mirada seca y mi ronco silencio,
anunciaban:
Una honda soledad de a dos.
A partir de ese punto, el tiempo…
una semirrecta monótona…opaca…hueca.
Hoy, guardo entre mis recuerdos
nuestro segmento de tiempo.
Coloreado de ocres.
Amamantado de gestos.
Acunado entre lluvias y soles.
Y, también guardo entre otras,
la cicatriz delgada y honda
de tu lágrima coagulada;
mientras yo, en silencio emigraba
sin siquiera sentir el batir de mis alas.
nuestro segmento de tiempo.
Coloreado de ocres.
Amamantado de gestos.
Acunado entre lluvias y soles.
Y, también guardo entre otras,
la cicatriz delgada y honda
de tu lágrima coagulada;
mientras yo, en silencio emigraba
sin siquiera sentir el batir de mis alas.
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